El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




viernes, 23 de noviembre de 2012

¿La curación viene de Dios?


            Cualquier curación procede de Dios, pero también podemos decir perfectamente lo contrario, que ninguna curación procede de Dios. Las dos afirmaciones son correctas, sin necesidad de rasgarnos las vestiduras en función de nuestras creencias.
            Cualquier curación es, o está; de la misma manera que Dios Es. Sin embargo, el ser humano es total y absolutamente libre, de permitir, o no, que dicha curación le alcance.
            Nos puede servir como ejemplo, una habitación completamente llena de humo. Si entra una persona con una mascarilla conectada a un balón de oxígeno en dicha habitación, respiraría normalmente el oxígeno del balón, sin que entrara en sus pulmones ni un ápice de humo. Sin embargo, si la persona que entra en la habitación, lo hace sin ninguna protección, en cada inhalación lo único que entraría en sus pulmones, sería humo.
            El humo está llenando la habitación, de la misma manera que la energía divina, la energía del amor, la energía de la curación está a nuestro alrededor. Pero, de la misma manera que podemos protegernos y aislarnos del humo, también podemos aislarnos de la sanación. Por eso podemos decir, sin necesidad de ser considerado como un anatema, que ninguna curación procede de Dios, o dicho de otra manera: Sólo el ser humano es capaz de sanarse a sí mismo. Esta afirmación, ya nos la enseñan a todos los terapeutas, en cualquier curso o taller que se precie.
            Nunca sabemos el porqué de la enfermedad, ¿Un recurso de aprendizaje?, ¿Una forma de liberación kármica?, ¿Un mal uso del cuerpo?, ¿Una mente enferma?, ¿Un instrumento para dejar la vida física?, ¿Quién sabe? Ese porqué, es como la mascarilla que no deja entrar el humo en los pulmones.
            Al poco tiempo de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, se conecta en nuestro corazón el átomo permanente de vida. Este átomo permanente, que va a permanecer conectado al corazón durante toda la vida física, es una especie de CD, que va activando en el ordenador central, un sinfín de aspectos, relacionados con la vida física del ser que nacerá al mundo dentro de nueve meses, siempre en función del aprendizaje, del Karma a liberar y del trabajo a realizar que se ha preparado el alma para la presente encarnación. Están contenidas, no sólo, las fechas del nacimiento y de la muerte, sino también todas las fechas y acontecimientos importantes en la vida de la persona, y entre esos acontecimientos se encuentran también las enfermedades que irá padeciendo la persona a lo largo de su vida física.
            Por ejemplo, podemos enfermar, porque así está programado en nuestro átomo permanente de vida, a determinada edad, para que en la búsqueda de la sanación para esa enfermedad, nos encontremos con un terapeuta que nos hable del alma. Cuando eso ocurra, ¡Ya está!, objetivo cumplido. A partir de ese momento la enfermedad desaparecerá, e incluso la persona puede pensar, “Que buen terapeuta, ha conseguido en pocas sesiones lo que muchos otros no han conseguido”. No es así. Se ha sanado ella misma, cuando ha escuchado lo que necesitaba escuchar, el terapeuta sólo la ha acompañado y ha sido un instrumento en manos de Dios. La curación siempre ha estado ahí, pero la persona tenía colocada la mascarilla que impedía su acceso, hasta que con la información que necesitaba recibir, la mascarilla se desprendió sola.
            Podríamos poner un millón de ejemplos, todos diferentes de posibles causas de enfermedad, ¡no merece la pena!, con un botón de muestra es suficiente. Pero independientemente de cualquier enfermedad y de la causa de esa enfermedad, el día que integremos en nosotros nuestra esencia divina, nos encontraremos perfectamente sanos, aunque el cuerpo permanezca postrado en el lecho del dolor por cualquier enfermedad que pudiera aquejarle.                           

jueves, 22 de noviembre de 2012

Huellas en la arena.


Es a través de este cuento como surge la reflexión sobre Dios:
Una noche en sueños vi que caminaba con Jesús junto a la orilla del mar, bajo una luna plateada.
Soñé que veía en los cielos mi vida representada en una seria de escenas que en silencio contemplaba.
Dos pares de firmes huellas en la arena iban quedando mientras andaba con Jesús conversando como amigos.
Miraba atento esas huellas reflejadas en el cielo pero observé algo extraño y sentí gran desconsuelo.
Observé que algunas veces al reparar en las huellas, en vez de ver los dos pares, veía sólo un par de ellas.
Y observaba también, que sólo aquel par de huellas se advertían mayormente en mis noches sin estrellas, en las horas de mi vida llenas de angustia y tristeza, cuando el alma necesita más consuelo y fortaleza.
Pregunte triste a Jesús: “¡Señor!, ¿Tú no has prometido que en mis horas de aflicción siempre andarías conmigo…? Pero noto con tristeza que en medio de mis querellas, cuando más siento el sufrir, veo sólo un par de huellas.
¿Dónde están las otras dos que indican Tu compañía, cuando la tormenta azota sin piedad mi vida?
Y, Jesús me contestó: con ternura y comprensión; "Escucha bien, hijo mío, comprendo tu confusión. Siempre te amé y te amaré, y en tus horas de dolor siempre a tu lado estaré para mostrarte Mi Amor”.
Más, si ves sólo dos huellas en la arena al caminar, y no ves las otras dos que se debieran notar, es que en tu hora afligida, cuando flaquean tus pasos, no hay huellas de tus pisadas porque te llevo en Mis brazos". 

Siempre recuerdo este cuento cuando alguien me comenta que a pesar de ser una buena persona, y de pedir ayuda a Dios en los momentos duros que se le presentan en la vida, Dios no contesta, ni se resuelve el problema, ni siente ningún alivio; lo cual le hace pensar que Dios, o no escucha, o sencillamente es que no está.
Entonces, le relato este cuento y trato de explicarle que Dios Es……., sólo eso, que Dios Es el aire y el agua, que Dios Es la tierra y el fuego, que Dios Es cada montaña, cada planta, cada criatura, que Dios Es tú, que Dios Es yo, que Dios Es Amor, Es comprensión, Es compasión, Es misericordia.
Y es tal Su Grandeza que nos permite hacer y deshacer a nuestro antojo, que respeta nuestro libre albedrío y no interfiere en nuestros asuntos terrenales.
La vida puede ser una fiesta o un calvario. Es la persona la única que decide que desea vivir, y como desea vivirlo. Nuestro contrato con Dios, por expresarlo de alguna manera, es aprender a vivir en la Tierra, confinados en un cuerpo, como si estuviéramos en el Reino, al otro lado de la vida. Si Él interfiriera, sería como realizar un examen con la información del profesor, y en las asignaturas de la vida no valen engaños.
Antes de suplicar la ayuda de Dios, sería bueno descubrir quién es Dios. Para eso, hemos de escuchar la voz del corazón, ya que Dios vive en lo más hondo de nuestro ser, y a cada uno se nos presenta de una forma única e intima, por lo que solamente cada uno puede descubrir a Dios.
Una vez descubierto, comprenderemos que no es necesario solicitar su ayuda, porque siempre la tenemos, Él siempre está con nosotros, mora en nuestro interior.

 

miércoles, 21 de noviembre de 2012

No tema la soledad


No tema la soledad.
El alma que no puede sostenerse sola,
nada tiene que dar.
Alice A. Bailey 

            Solamente hablamos de una muerte, sólo conocemos una muerte, solo tememos una muerte: La muerte del cuerpo. Sin embargo, la muerte es un proceso en tres etapas. Tres etapas en las que nos vamos desprendiendo, una tras otra de tres de nuestras vestimentas: el cuerpo físico, el cuerpo emocional y el cuerpo mental inferior.
            Este proceso, tiene una duración indeterminada, en función de la evolución de la persona. Si la persona tiene un estado de evolución medio, en la que se la supone familiarizada con los distintos cuerpos de que está formada, además del cuerpo físico, el proceso puede ser relativamente corto. Podrían ser horas después de dejar el cuerpo físico. El proceso, sin embargo, podría alargarse años, (en la medida del tiempo terrestre), si la persona no tiene ningún conocimiento de su cuerpo astral y de los factores que intervienen en la descomposición de ese cuerpo astral, como puede ser el elemental de vida.
            Pero se tarden horas o años, el final siempre es el mismo. Cuando el ser humano se ha desprendido de sus cuerpos físico, astral y mental, se recoge “en soledad” en el plano causal, para descansar de la vida recién abandonada, y prepararse para la siguiente encarnación.
            Ese tiempo de descanso en el plano causal, se realiza en solitario, recogido el ser en sí mismo.
            No es esta una reflexión sobre la muerte, sino sobre la soledad, pero no de la soledad del mundo de la materia, esa soledad que deriva del rechazo a los demás debido a la inmadurez del carácter, o la soledad del ser retraído.  No, la reflexión de esta soledad, es una especie de entrenamiento para la soledad que adviene con el abandono del mundo físico, es la soledad espiritual.
            No se trata de abandonar a la familia, ni a los amigos. No se trata de recluirse en una gruta, o en un monasterio, apartado del mundo. Se trata de abandonar la vida de concentración en el plano físico, se trata de empezar a identificarse con la propia esencia, se trata de comenzar a vivir desde el alma, se trata de vivir el mundo interior, se trata del desapego, se trata de cambiar los “valores” y las “responsabilidades”, se trata de vivir fuera del paraguas del condicionamiento social y masivo que nos cubre a todos.
Es posible vivir de esa manera, a pesar de las limitaciones físicas, del ruido y de los compromisos sociales. Sólo hay que dejar de pensar en uno mismo, y pensar y actuar para los demás, sólo hay que sentirse libre de deseos, sólo hay que sentir la conexión con todo lo creado, sólo hay que amar.
Una buena manera de actuar, hasta que esa soledad espiritual haya arraigado en nosotros en actuar “como si….”, es decir, hacer ese trabajo de manera consciente, hasta que sea un hábito integrado y surja de manera espontánea.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Si quieres dominar algo, enséñalo.


Si quieres conocer algo, léelo.
Si quieres aprender algo, practícalo.
Si quieres dominar algo, enséñalo.
Yogui Bhajan. 

            No enseñamos, únicamente, cuando nos colocamos delante de un grupo de personas para dictar una lección o para explicar algún tema. Estamos enseñando, y aprendiendo constantemente, cada segundo de nuestra vida. Todos somos a la vez maestros y alumnos, con cada palabra y con cada acción, con las que vamos interactuando en nuestro vivir diario.
            Cada vez que expresamos miedo, enseñamos el miedo; cada vez que criticamos, enseñamos la crítica; cada vez que atacamos, enseñamos el ataque: cada vez que amamos, enseñamos a amar; cuando vivimos en paz, enseñamos la paz; cuando servimos a otros, enseñamos la caridad.
            Enseñamos con cada acción de la vida, pero a la vez que enseñamos, estamos afianzando y dominando dicha acción en nosotros mismos. Cada vez que se actúa con ira, la ira se hace más fuerte en nuestro interior; cada vez que se actúa con temor, el miedo se fortalece.
            Todos en conjunto, formamos nuestra sociedad, por lo tanto, ¿Qué es lo que puede enseñar la sociedad?, es muy claro, la sociedad enseña el compendio de las enseñanzas de cada uno de sus miembros: separación, lucha, ataque, que dirán, etc., etc. Pocos son los maestros que enseñan amor, serenidad, caridad, benevolencia, paz; y son tan pocos, que la sociedad ni se inmuta. Incluso muchos de sus miembros les tachan de locos, de sectáreos y peligrosos para la propia sociedad.
            Y curiosamente, son esos mismos miembros de cada sociedad, los que se escandalizan y se rasgan las vestiduras cuando conocen, por los medios de comunicación, (que son la representación más genuina de los valores más paupérrimos de la sociedad), las acciones de la guerra emprendida por dirigentes enfermos,  o conocen feminicidios y maltratos; pero no se escandalizan, en cambio, cuando permiten ver, y por lo tanto aprender, a sus hijos, en esos mismos medios de comunicación,  como se encumbra el despilfarro, como se ensalza a los analfabetos, como se idolatra a falsos ídolos, como tienen de ejemplo a gentes que su único mérito es la ignorancia, la avaricia, el engaño, o la promiscuidad.
            Por lo tanto, ya que no podemos dejar de enseñar, porque es una faceta inseparable de nuestra vida, y tampoco podemos dejar de aprender y fortalecer nuestras propias enseñanzas, ¿Por qué no somos un poco más selectivos, y elegimos nuevas enseñanzas?, por ejemplo, aquellas que nos lleven a descubrir cómo se vive en paz, cómo se vive la felicidad, y cómo se vive el amor. Podemos escuchar a esos “locos”, que otros tratan de sectáreos, y poner en práctica sus enseñanzas. ¡A lo mejor tienen razón!
 

domingo, 11 de noviembre de 2012

Santa Bárbara bendita.


Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, de la misma manera que levantamos la vista al cielo suplicando, casi exigiendo, ayuda a Dios cuando tenemos algún problema, y casi nunca parece que obtenemos respuesta o ayuda. Aunque realmente, sólo lo parece, ya que Dios sabe de nuestro problema, incluso antes de que aparezca, y siempre nos va guiando, aconsejando, recordando. Lo que pasa es que la Voz de Dios es siempre débil en nosotros. Es tan fuerte la voz del ego que no nos permite escuchar ninguna otra voz, y mucho menos la Voz de Dios que es como un débil susurro en medio del fragor de la batalla de la mente.
¿Qué hacer, entonces, para encontrar ayuda a nuestros problemas? Con tanto ruido en nuestra mente, es claro, que levantar la vista al cielo y suplicar a Dios no es suficiente, hablar o escuchar no es suficiente, asistir a cursos o talleres no es suficiente, leer no es suficiente, incluso meditar tampoco lo es. ¿Qué hacer?
Desde pequeños vamos desarrollando una mente dual. Por un lado anida en ella la Voz de Dios, o la Voz del Alma y, por otro lado, va creciendo y haciéndose cada día más fuerte, la creencia del ego. Tan fuerte llega a ser la creencia del ego, que arrincona, cada vez más, a pasos agigantados, a la Voz del Alma.
En esas condiciones, es normal que todo lo que escuchemos en nuestro interior sea nuestra propia voz, ya que es nuestra propia creación, fruto de nuestras creencias y de los condicionamientos sociales enseñados por nuestros educadores, que determinan, la madurez o inmadurez de nuestro propio carácter, que es el guía de nuestro pensamiento, de nuestra palabra y de nuestras acciones.
Para no tener que levantar la vista al cielo cada vez que nos acosa algún problema, lo mejor sería no permitir que  se presentara el problema, pero como eso, parece una misión imposible, sólo nos queda encontrar la fórmula para sobrevivir al problema, la fórmula para sobrevivir a la vida. Aunque si encontramos la fórmula para sobrevivir al problema, podríamos ir más allá, y utilizar la fórmula para conseguir, de una vez y para siempre, la paz interior, la serenidad y la felicidad.
La fórmula que nos va a permitir todo eso, es simple. Sólo tenemos que ser conscientes de la dualidad de la mente: Queremos sentir a Dios, pero nos falta voluntad y coraje para separarnos de nuestra propia creación, el ego.
Si conseguimos ser conscientes de la dualidad de la mente, sin dejarnos arrastrar por nuestra arrogancia y nuestras propias contradicciones, habremos dado un gran paso, el primero. En ese paso, el ego comienza a debilitarse, abandona la lucha, que es justamente lo que le hace fuerte, y así estaremos en condiciones de dar el siguiente paso. El segundo paso es “elegir” la otra Voz que aparece en la mente, la Voz de Dios. Únicamente con la elección, la Voz comienza a fortalecerse, a la par que se debilita la voz del ego.
Después de esto sólo es necesaria la voluntad para no ceder al chantaje que, de buen seguro, va a presentar el ego. De aquí, a escuchar la Voz del Alma, será “coser y cantar”.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Curar es hacer feliz


            Cuando leía en “Un curso de milagros” que “Curar es hacer feliz”, no podía por menos que pensar, en que un gran número de personas, a pesar de entender intelectualmente su significado podría estar lejos de integrar en su interior tal afirmación, porque posiblemente les es difícil integrar cada una de sus partes.
            Si hacemos una encuesta con la pregunta de ¿Qué es la felicidad?, es posible que obtengamos un sinfín de respuestas, pero ¿Cuántas de ellas nos dirían que la felicidad es un estado interior?, ¿Cuántas dirían que es el estado de “todo está bien”?, ¿Cuántas de ellas no asociarían la felicidad a cuestiones materiales que existen en el exterior y que les conducen emocionalmente a un estado que califican como de felicidad, pero que no es más que un estado de euforia pasajera?, y si alguna persona diera estas respuestas, ¿Sería realmente feliz, cada segundo de su vida, un día tras otro? Creo que esto puede entenderse intelectualmente, pero no se integra. Es como el aceite que se intenta mezclar con el agua, es imposible, el aceite siempre se quedará en la superficie del agua sin mezclarse con esta. Lo mismo pasa con la explicación de la felicidad, se queda en la superficie de la mente sin penetrar en su interior.
            Y la enfermedad, ¿Qué entendemos por enfermedad?, seguro que todos calificaríamos como sana a una persona que no tiene ningún problema físico, ni está loca, ni tiene depresión. Pero, ¿Podríamos decir que está sana una persona que se irrita, que es intolerante, que es impaciente, que guarda algún tipo de rencor en su interior, que critica a los demás, que controla, que es exigente, o que rechaza algún aspecto de alguien? Está claro que no tiene ninguna enfermedad física, pero, ¿Cómo se encuentra su mente?, ¿Se puede calificar como sana una mente con esas características?
            No, no es una mente sana. Todas esas características no son más que hábitos negativos, y seguro que para justificarlos, podemos encontrar un sinfín de explicaciones. Es igual, no sirve ninguna explicación, son hábitos enfermos de una mente enferma, de una mente que ataca y, por lo tanto teme ser atacada.
            Recuerda que cada defecto que reconocemos en otro, lo reconocemos en nosotros mismos. Por lo tanto es algo a sanar; y si hay algo a sanar es que existe la enfermedad. Así que tenemos un trabajo a realizar, “sanar la mente”. No te quedes tan tranquilo porque no tienes ninguna dolencia física, porque cada enfado, cada irritación, cada muestra de intolerancia, de impaciencia, de exigencia, de crítica o cada intento de manipular a los demás, solo es el reflejo de una mente enferma. 
            Permite que desaparezca de tu mente cualquier miedo a ser atacado, sustitúyelo por el amor, y aparecerá en ti, como por arte de magia la felicidad. Así podremos hacer realidad la idea de que “Curar es hacer feliz”.
 

La carrera de la vida


            En un momento del tiempo, el alma decide su vuelta a la materia para retomar su aprendizaje, en el mismo punto en que quedó al finalizar su encarnación anterior, y se reúne con los Señores del Karma para terminar de organizar la que será la nueva vida: El lugar de nacimiento, la familia, los amigos, los diferentes encuentros, el Karma a liberar, el aprendizaje a recibir o la enseñanza a realizar.
            Y para eso, de la misma manera, que una vez en la Tierra el cuerpo elige el vestido adecuado para salir a la calle, el alma elige la vestimenta adecuada para el trabajo a realizar, y se reviste de materia, con forma de hombre o de mujer.
            Durante mucho tiempo he pensado que era una pérdida de tiempo inútil todo el tiempo que tardábamos en crecer, desde nuestro nacimiento hasta la edad adecuada en la que comenzamos a poder ser conscientes de la vida, pero ahora sé, que ese es también un tiempo de experiencia para el alma, un tiempo de aprendizaje total, un tiempo en el que permitimos a otros, casi siempre nuestros padres, para que liberen parte de su Karma, un tiempo para liberar Karma propio.
            La vida es como una carrera de obstáculos que vamos corriendo por diferentes pistas a la vez. Es como si en una carrera fuéramos el mismo corredor por las diferentes calles, y en cada una de ellas, vamos avanzando en todas las experiencias que el alma ha decidido vivir en la presente vida.
            Cada calle podría tener un nombre, aunque siempre distinto para cada persona: En una calle avanzamos para trabajar la voluntad, en otra la paciencia, en otra el orgullo, en otra……., etc., etc. Y es claro que en todas las pistas no vamos a llegar a la par, podemos avanzar rápidamente en unas y más lentamente en otras, podemos finalizar la carrera en unas y casi no comenzar en otras.
            La carrera finalizada, perdurará por siempre, será un aprendizaje aprendido para toda la eternidad; y aquellas otras que queden pendientes volverán en nuestra mochila en la próxima encarnación. Ninguna va a quedar en el olvido.
            Todos vamos a completar todas las asignaturas, unos antes, otros después. Y teniendo en cuenta los obstáculos con los que nos encontramos, ¿Por qué tratamos de pasarlos todos cuanto antes? 

viernes, 26 de octubre de 2012

Un problema de humanidad


            Llamaron a la puerta del Centro, y cuando abrí la puerta me encontré con una señora de unos sesenta años, acompañada de su hija de veinticinco, que traían un encargo que habíamos realizado días atrás.
            Cuando vieron la publicidad de la entrada, una gigantografia en la que se lee que es un “Centro gratuito de Sanación y Crecimiento interior”, la hija se interesó por las actividades que se realizaban: yoga, meditación, talleres, cursos y sobre todo terapias. Decidió concertar una cita para realizar una terapia, e incitó a la madre a que hiciera lo mismo. Así lo hizo, y estábamos en ello, cuando la madre preguntó si también le haríamos terapia a su hijita de once años con parálisis cerebral. ¿Qué es lo que quiere conseguir? Pregunté, y me contestó con los ojos brillantes por las lágrimas contenidas: “Cualquier cosa que se consiga es buena: Tranquilidad, que haga mejor las digestiones, que camine, porque los médicos han dicho que podría hacerlo, que pueda controlar un poco los movimientos y no sea una autómata, cualquier cosa, por pequeña que sea, sería buena”.
            Hemos realizado ya varias terapias, con algunos resultados. Pero eso no es lo importante, lo importante es su historia.
            La señora está casada con un hombre, que es alcohólico, tiene cuatro hijos, y su segunda hija dio a luz a la niña con parálisis cerebral. Desde el primer momento no quiso saber absolutamente nada de la niña, y para evitar que ingresara en uno de tantos centros para niños abandonados, la abuela la adoptó legalmente. Actúa total y absolutamente como madre, ya que la mama de la niña, hoy, once años después, vive con una depresión permanente.
            El esposo de la señora, entró en el hospital con un problema de visión, y por una posible negligencia médica, al salir del hospital había perdido totalmente la visión del ojo. Cuando insinuaron que quería que se investigara la posible negligencia, desde el hospital les hicieron la vida imposible, con amenazas de todo tipo, que terminaron siendo dados de baja del sistema de salud. En ese seguro estaban incorporados el matrimonio y la niña con parálisis cerebral, con lo que a partir de entonces se quedaron sin seguro médico.
            Después de muchas luchas y reclamaciones, desde Lima indicaron al hospital, que eso no era correcto, y que tenían que volver a ser dados de alta, sin embargo, en el hospital haciendo oídos sordos a las interpelaciones de su sede central, siguen sin aceptar  a esta familia como asociados.
            Para que la niña pudiera ser atendida, la madre comenzó a pagar un seguro para uno de sus hijos, como si fuera un trabajador suyo, incluyendo, al menos, a la niña en ese seguro.
            Los problemas se agravan, ya que el esposo, además de no poder trabajar por la falta de visión, debido, posiblemente a su problema con el alcohol, comienza a perder la visión del otro ojo.
            Ya no es un problema de prepotencia, que lo es; ni de corrupción, que lo es; ni de incompetencia, que lo es; ni de negligencia médica, que lo es; ni de abuso de autoridad, que lo es; ni de actuar como una mafia organizada, que es como actúan; ES UN PROBLEMA DE HUMANIDAD. Ni los animales tratan así a sus iguales.
            Estoy utilizando hoy el blog como descarga de la tristeza que me embarga ante la incomprensión humana. Sólo os pido, que cada día en vuestras meditaciones dediquéis un minuto para enviar una bendición a esta familia. Gracias.

martes, 23 de octubre de 2012

Verdades que conoce el alma y desconoce la mente (....y 3)


(………………Continuación)
13)  El ser humano es libre.
Somos libres de realizar aquello que nos plazca, pero pera hacer un uso adecuado de nuestra libertad, hemos de tener en cuenta que somos hijos de Dios, y que como seres divinos somos eternamente inmortales.
Ser libre significa permanecer en la brillante luz del alma. Si somos capaces de integrar esa verdad, esa será nuestra percepción, y nuestra elección será no temer a nada, amar a todo y comportarnos con  todos los que comparten nuestra vida, de la misma manera que queremos que ellos se comporten con nosotros.
Ejercer nuestro derecho a nuestra libertad, es liberarnos del control de la personalidad.
14) La serenidad es nuestra identidad.
Serenidad significa calma profunda, desprovista de cualquier desequilibrio emocional. Es una cualidad del alma y la persona serena se caracteriza porque su mente está enfocada firmemente en la luz.
Vivimos en la superficie de la vida, zarandeados por los vaivenes que la vida nos va presentando, siempre en un estado de permanente ebullición, siempre esperando algo magnifico que nunca termina de llegar.
Vivir en la serenidad es vivir desde el alma, y cuando nos acercamos al alma, la serenidad comienza a morar en nosotros.
15) La paciencia ya habita en nosotros.
La impaciencia es una de las características de nuestra personalidad, y eso pasa porque no hemos integrado nuestra inmortalidad, y creemos que el tiempo se acaba, para la causa que sea. Sin embargo, el alma, que se sabe inmortal, no tiene prisa para nada.
Todo llega, cuando es su momento.
Es posible alcanzar ese estado donde nada de lo que ocurre altera la calma interna y nos conduce a la impaciencia, cuando la conciencia está centrada en el alma, que es la paz misma, es ahí donde se conoce y se siente el aplomo y el equilibrio, que abre la puerta de la paciencia.
16) La Responsabilidad es inherente al ser humano.
La irresponsabilidad, la falta de respeto, el incumplimiento de la palabra dada, es una prueba inequívoca de vida en el ego, completamente despegados del alma. Es la manifestación de un carácter débil, apegado a la materia, con un desconocimiento total de la divinidad del ser humano.
La responsabilidad, como todas las verdades mencionadas con anterioridad es una cualidad inherente en nosotros. Sólo hay que conectar con nuestro interior para encontrarla nada más traspasar el umbral.
17) La Sabiduría es nuestro derecho de nacimiento
¿Qué hemos de aprender que no sepan los hijos de Dios? Nada.
La Sabiduría está inherente en nuestro desarrollo, en nuestro progreso como seres divinos. La Sabiduría se refiere a la esencia de las cosas y no a las cosas mismas, es la captación intuitiva de la verdad, independiente de la facultad razonadora; la innata percepción, capaz de diferenciar lo falso de lo verdadero, lo real de lo irreal.

domingo, 21 de octubre de 2012

Mandamientos, reglas, preceptos y principios


Mandamientos, reglas, preceptos y principios, son las normas de conducta y comportamiento, que las distintas religiones y filosofías imparten entre sus seguidores, fieles o afiliados, para vivir una vida digna y alcanzar, en unos casos la salvación y para dar ejemplo de vida en otros.
Están bien, están muy bien, pero la mayoría de ellos, que en teoría han sido dictados para alcanzar la salvación, llevan aparejado un castigo en caso de incumplimiento, algunos tan duros, como terminar con la vida física del pecador, o condenarle al fuego eterno por toda la eternidad; que más parecen dictados por una mente insana carente totalmente de amor, que por un Padre amoroso de sus propias creaciones.
Es difícil de creer que en la Mente de Dios pueda caber la rabia, la venganza y el castigo. ¿No serán las mentes de los hombres, que en vez de dominar y atemorizar con un fusil en la mano, lo hacen con el miedo? Los maestros de estas reglas parecen estar muy lejos de la salvación que predican, porque les falla, justamente, aquello de lo que tanto se llenan la boca: el amor, la misericordia, la compasión y el perdón.
¿No sería más fácil, si en vez de atemorizarnos con un sinfín de desgracias y castigos, nos enseñaran a amar?, ¿No sería más fácil si nos enseñaran a pensar de manera recta y sana?, ¿No sería más fácil si en vez de juzgarnos nos enseñaran a perdonar?, ¿No sería más fácil si nos enseñaran a compartir? Creen que “la letra con sangre entra”, y se equivocan, el aprendizaje llega con el ejemplo, con un ejemplo entregado con amor.
Si nos enseñaran a amar, a perdonar, a pensar de manera recta y sana, y a compartir, ya no serían necesarias reglas, porque entonces todas las relaciones estarían basadas en la hermandad, en la igualdad y el amor.
Y ya que nadie nos enseña eso, ¿Por qué no lo hacemos nosotros?, ¿Por qué no iniciamos una revolución, una autentica revolución, tratando a todos con amor, como si fuéramos nosotros mismos quien está delante, sean familia o no, sean amigos o enemigos, sean acreedores o deudores, sean sacerdotes o laicos, sean hombres o mujeres?, ¿Por qué en esa revolución no compartimos, no lo que nos sobra, sino lo que nos falta?, ¿Por qué en esa revolución no ayudamos a todos?, ¿No?, ¿Por qué?, ¿Tienes miedo de que te engañen?, bueno, no te lo hacen a ti, se lo hacen a ellos mismos. Existe una ley mucho más importante que todas las reglas enseñadas por los hombres, en la “Ley de la causa y el efecto”, y si al que te engaña, también le tratas con amor, a ti no va a afectarte, y él no se va a quemar en el fuego eterno, pero tendrá que beber del mismo agua que intentó darte a ti.
Inténtalo, te aseguro que vas a estar mucho más cerca de la felicidad de lo que nunca has estado.
 

jueves, 11 de octubre de 2012

Las curaciones de Jesús

            He realizado algunos cursos de sanación energética, de varios tipos: con imposición de manos, manipulando la energía, o a través de la meditación; y en todos esos cursos, de manera más o menos nítida, comentaban que esa era la técnica que Jesús utilizaba en sus curaciones. Unos basaban el argumento en que Jesús imponía sus manos, otros porque existía una transferencia de energía, otros porque Jesús meditaba, u oraba, en muchas ocasiones antes de la curación.

            Las sanaciones de Jesús, eran tan imponentes, tan increíbles, tan grandiosas, que siempre se han calificado como milagros, y sin embargo, muchísimos de los terapeutas o sanadores energéticos, que circulamos por el mundo, no podemos arrogarnos ni un solo milagro, y eso que hemos asistido a muchos más cursos de formación de los que asistió Jesús. Aunque, posiblemente, si podamos atribuirnos algunas curaciones, más o menos rápidas, incluso en dolencias desahuciadas por la medicina tradicional, pero no para calificarlas de milagro.
            Pero no sólo Jesús ha realizado curaciones milagrosas, también han existido otras mujeres u hombres, que han realizado ese tipo de sanaciones, seres extraordinarios, que por su ejemplo de vida, les han subido a los altares, sobre todo a los altares de la iglesia católica. Pero, lo extraordinario de su vida no eran los milagros, lo extraordinario de su vida es que su bandera era el Amor. El mismo Amor que distinguía a Jesús, y que todos Ellos repartían a diestro y siniestro, sin fijarse para nada en quien era el receptor de dicho Amor. Incluso una de las definiciones de milagro, dice que un milagro es un acto de Amor.
            Esa era la base de la curación de Jesús, su inmenso Amor por los seres que tenía delante, con una fe ciega en su curación, uniéndose además a ese Amor una mentalidad recta, que no cuestionaba para nada ningún aspecto de la persona que se encontraba frente a Él.
            No hay ninguna diferencia entre mortales. Las mismas cualidades de Jesús y de esos seres extraordinarios, tenemos el resto de mujeres y hombres que poblamos el planeta. No hay nada que no pueda curar suficiente Amor, no hay nada imposible para el Amor, ninguno estamos excluidos para vivir el Amor y para realizar las obras que el Amor produce: las sanaciones milagrosas.
            ¿Cuántos sanadores pueden hacer gala de una mente recta y sana?, ¿Cuántos sanadores viven en el Amor Divino?, ¿Cuántos tienen únicamente por objetivo la felicidad y el bienestar del otro?, ¿Cuántos viven para servir a los demás?
            Una mente sana y recta, vivir en el Amor Divino, buscar la felicidad y el bienestar del otro y servir a los demás por encima de todo, son las bases que debe practicar cualquiera que pretenda ser un sanador.
 

 

miércoles, 10 de octubre de 2012

La vida que deseas.

            ¿Te puedes llegar a imaginar cómo sería la vida, si consiguiéramos que nuestra mente permaneciera siempre en absoluto silencio, sin esperar que se cumpla ningún deseo, sin juzgar absolutamente nada, sin valorar ningún acontecimiento, observando el ir y venir de la vida, de la misma manera que podemos observar absortos el ir y venir de las olas del mar?

            En un principio, la vida continuaría siendo exactamente igual, no hay razón para que esta varíe: La persona que nos decepciona seguiría comportándose de idéntica manera, la cuenta corriente se mantendría en los mismos números rojos, nuestro trabajo continuaría siendo una pesada losa, etc., etc. Pero aunque la vida continuara desarrollándose de la misma manera, con las mismas penas, con las mismas alegrías, con los mismos sufrimientos y con las mismas decepciones. Sin embargo, si habría una variación, y aunque esta variación no fuera en el desarrollo de la vida, si sería en nuestra percepción de ella. Eso que calificamos como penas, alegrías, sufrimientos o decepciones, no existiría, en tanto en cuanto la mente, la encargada de valorar, comparar, juzgar o esperar, permanecería en silencio.
            Y con la mente en silencio, sin percepción de ningún tipo, ¿Quién se encargaría de despertar las emociones? Nada ni nadie. Esas emociones que sólo son consecuencia de los pensamientos, no podrían aflorar al exterior, ya que el resorte principal que las mueve, que son los pensamientos, permanecerían escondidos en el cuerpo mental, sin llegar a expresarse en el cerebro.
            Entonces, nuestra vida, o mejor nuestra percepción de ella, de esa vida que sigue manteniéndose en los mismos parámetros, si que daría un vuelco de ciento ochenta grados, ya que cualquier acontecimiento, dejaría de tener valor, o mejor, dejaría de ser valorado por nosotros. Con lo cual, no habría diferencia entre ellos.
            Lo que antes nos causaba pena, ahora es neutro; lo que antes nos irritaba, ahora es neutro, lo que antes nos alegraba, ahora es neutro; la persona que antes despertaba nuestra ira, ahora es neutra; y así, cada palabra dirigida a nosotros, y cada acción, que con rapidez, antes nos afanábamos en valorar o catalogar en orden de  importancia, pasan ahora como un acontecimiento más de la vida, ya que nosotros no vamos a entrar a valorar, con lo que la puntuación de esa valoración, que antes generaba una emoción, ya no nos puede afectar, porque no existe.
            ¿Esto se puede conseguir? Por supuesto. Unos ya lo han hecho, y otros lo están consiguiendo, ¿Por qué tú no? Sólo hay que tomar conciencia de lo que realmente somos. Somos seres espirituales, fuimos creados perfectos, sin ningún tipo de vacío en nosotros, sin carencias, y con capacidad de creación. Cuando tomemos conciencia de nuestra grandeza, nuestra mente, arma poderosísima, dejará de servir al mundo de la materia para centrarse en el mundo del espíritu, al cual pertenecemos.
            Es posible que esto te parezcan sólo palabras, difíciles de llevar a la práctica. No son para nada difíciles. Y si piensas esto, supongo que es porque has realizado algún intento  de vivir la espiritualidad. O ¿no? Si te siguen pareciendo difíciles de llevar a la práctica sólo puede ser porque el intento se ha quedado en eso, un intento; o porque el intento no ha sido bien enfocado.
            El intento ha de enfocarse en dos aspectos, por un lado ser consciente de cuáles son las debilidades o malos hábitos y trabajar para eliminarlos, aplicando, de manera consciente la virtud contraria; y por otro lado meditar. Este es un trabajo que se ha de realizar cada día, de la misma manera y con el mismo mimo y ahínco con que cuidamos al cuerpo.
            Después de esto, o simultáneamente, esa vida que parecía ser la misma, empieza a cambiar, y lo hace por nuestro poder de creación. Al variar nuestra energía, comienza a variar la energía que atraemos. Recuerda que energías de la misma calidad se atraen, con lo que empezaremos a atraer cosas distintas, con un resultado claro: La vida cambia, convirtiéndose en esa vida que tanto anhelabas. Y llega, como casi todo, cuando dejas de desearlo.

martes, 18 de septiembre de 2012

Verdades que conoce el alma y desconoce la mente (2)

(………………Continuación)

1)      Amar la soledad.
Esta soledad no supone que hemos de retirarnos a un lugar aislado, ni separarnos de nuestros hermanos.
No supone rechazar a nuestros semejantes, ni vivir una vida retraída. Esta soledad supone vivir con desapego y sin temor. Supone no volver al pasado, aunque no se conozca el futuro. Es despegarse del mundo de la materia y reemplazarlo por el mundo de los auténticos valores, los valores del Alma, las verdades que el Alma conoce, pero desconoce la mente.
Cuando el ser humano se desprende de sus envolturas física, astral y mental, se retira en soledad al plano causal, allí donde se encuentra su Alma Superior, para descansar en soledad, y prepararse para su próxima reencarnación.
Pocos seres humanos en la actualidad, son capaces de resistir ningún tipo de soledad, porque son pocos los que pueden vivir una vida plena desde su interior, y necesitan la algarabía del exterior, para sentirse vivos.
En las últimas vidas en la materia, el ser humano será capaz de acercarse a la soledad y al silencio interior, casi como una práctica para su vida en otras dimensiones.
La soledad es el precio de la grandeza.
            9) Dios Es.
                                   Dios está en todas partes, porque todo es Dios.
            Existen infinidad de religiones, que se arrogan ser portadores de la única verdad. Hemos de permanecer neutrales, hemos de permanecer indiferentes a todo aquello que no sea una auténtica realidad espiritual.
            Hemos de adoptar la posición de “todo está bien”, de “no me importa”. Esta indiferencia, es uno de los caminos más rápidos para liberar al “ego” de los pedidos de la mente. Lo cual no quiere decir que afecte a la disposición de la persona hacia otras personas. Recuerda….., todos son nuestros hermanos, crean lo que crean, piensen lo que piensen, sean lo que sean.
            10) Yo no soy el cuerpo.
Identificarse con el cuerpo, supone creer en la separatividad, lo que implica tener que defender permanentemente nuestro espacio, pero no hay que defender nada, porque nada está en peligro.
El cuerpo es caduco, es pasajero, es una ilusión. A veces pienso, que es ahora, cuando vivimos en el cuerpo, cuando estamos realmente muertos; y no viviremos hasta que dejemos acá esta envoltura.
Sin embargo, aunque no seamos el cuerpo, vivimos en él, y necesita, y debe recibir el correspondiente cuidado, ya que todo el trabajo, todo el aprendizaje y todas las experiencias que hemos venido a realizar, las vamos a realizar desde el cuerpo.
Por lo tanto, no hemos de vivir para el cuerpo, pero hemos de mimarlo, porque es el hogar del alma.
11) Vivir para el espíritu y no para el ego.
Cuando los seres humanos empecemos a vivir como almas y nuestra  conciencia haya trascendido el mundo de la ilusión, entonces estaremos más cerca de casa, de la casa del Padre, y podremos ser útiles a nuestros hermanos. La primera lección que debemos aprender es el sentido de los valores en tiempo y espacio, y saber que trabajamos con almas y no alimentamos las personalidades. Hemos de ser impersonales.
Para esto, la primera etapa es ser conscientes, y la siguiente el comienzo de la colaboración y el servicio a los demás. Hasta que no lleguemos a ese punto hemos de trabajar para que todos nuestros pensamientos, palabras y acciones sean realmente impersonales y constructivas, sin alimentar las emociones y los deseos del propio ego.
12) Desapego.
Es imprescindible adquirir el interno y divino desapego de quien ve la vida en su verdadera perspectiva.
Es entonces cuando el ser humano adquiere la libertad, sin que le afecte nada de lo que pueda ocurrir. La actitud ideal es la del observador que de ninguna alguna se identifica con lo que ocurre en los planos físico y emocional, y cuya mente solo es un reflejo de la verdad, verdad que se percibe de manera intuitiva.
Desgraciadamente, no nos están diciendo al oído: “esto es verdad”, “esto no lo es”. Hemos de llegar a esa verdad a través de nuestra intuición interior. Al llegar a ese punto, no habrá reacciones mentales violentas o respuestas emotivas; los vehículos de percepción están pasivos y por lo tanto nada se contrapone a la correcta actitud.
Una de las primeras lecciones que hemos de aprender es el desarrollo de ese desapego interno que nos permitirá unirnos con la concien­cia del hermano y conocer y asegurarnos del mejor modo de ayudarle. Debemos también cultivar esa verdadera humildad que nos obligará a dar todo lo que tenemos para servir de manera altruista y luego olvidar lo que dimos de nosotros mismos.
Mantengamos siempre la actitud de observador en la cabeza. De esta manera el desapego del alma aumentará, mientras se acrecentará y multipli­cará el apego del alma a las almas.
(Continuará………)