El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




martes, 22 de mayo de 2018

El perdón


          Tal como somos los seres humanos parece normal que, si alguien nos ofende nos desprecia o nos humilla, bien sea con palabras o con acciones, nos sintamos ofendidos, despreciados, humillados, posiblemente engañados, o robados, o sencillamente defraudados, aunque también nos podemos sentir ofendidos porque alguien no haya cumplido con nuestras expectativas, ¡los seres humanos somos así! Y también parece normal que mantengamos en nuestro interior el recuerdo de tal ofensa, y que no sintamos en nosotros la necesidad, ni la intención de perdonar tal humillación. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, después de lo que nos han hecho, ¡cómo vamos a perdonar!, ¡a quien se le puede ocurrir semejante desfachatez!

            Pues a pesar de lo que nos hayan hecho, hay que perdonar, sin tener en cuenta si ha sido más o menos grave, hay que perdonar. Incluso me atrevería a decir que es más necesario perdonar cuanto mayor ha sido la ofensa.

            La ofensa que la persona mantiene en su recuerdo, es el caldo de cultivo de la ira, del rencor, del miedo, del resentimiento, del dolor, de las ataduras, del odio, del deseo de venganza, y de un montón más de sentimientos negativos. Todos estos sentimientos negativos son desequilibrios emocionales, que más pronto que tarde pueden afectar al cuerpo físico.

Si este libro no tratara de indicar como volver al camino que nos va a llevar de nuevo a Dios diría que es necesario perdonar por una cuestión práctica, por una cuestión egoísta, hay que perdonar para encontrarse bien emocional, mental y físicamente, que así es. Pero como este libro lo que pretende es acercarnos a Dios, ¿cómo crees que podemos llegar a Dios manteniendo el odio y el deseo de venganza en nuestro interior? Además, es importante encontrarse bien emocional, mental y físicamente para poder afrontar con garantías de éxito trabajos como el fortalecimiento la voluntad o como mantener la atención o meditar, y no hablemos ya de la aceptación, ya que perdonar es una manera de aceptar la ofensa, ojo, aceptar no es olvidar. 

En realidad ¿Qué es el perdón?
            El perdón es la liberación de las emociones destructivas que nos atan al pasado de manera enfermiza.
            Es muy fácil hacernos daño porque existen infinitas razones por las que podemos sentirnos ofendidos. Nos podemos sentir ofendidos por algo que dicen, y también por algo que callen, nos podemos sentir ofendidos por algo que hacen y también por algo que no hacen, nos podemos sentir ofendidos por que nos engañen, porque nos roben, porque nos humillen, cuando además, es de sobra conocido que con la sensación que nos queda en nuestro interior nunca se soluciona nada, pero algo nos hace volver una y otra vez a rememorar la ofensa, avivando ese fuego interior que ha encendido la ofensa.
            Observa la paradoja: Una persona te hace daño, o hace que te sientas ofendido, con o sin razón aparente. De hecho, no cuenta la magnitud de la ofensa, lo que cuenta es lo ofendido que puedas sentirte. Después de eso, esa persona sigue su vida con normalidad, mientras tu comienzas a rememorar y a relatar, una y otra vez el daño recibido, lo cual hace que cada vez que lo recuerdes te sientas mal, porque es como si te ofendieran por primera vez, o incluso más, ya que cada vez que aparece el recuerdo puedes añadirle más razones al agravio. Para la mente no existe pasado ni futuro, para la mente siempre es presente. La energía negativa va creciendo, y puede hacerlo tanto que llegue a afectar al cuerpo físico. En algún sitio leí que recordar la ofensa y mantener la rabia, la ira y el deseo de venganza es como tomar una gota de veneno al día, se supone que esperando que se muera el ofensor.  

Que no es perdonar:
Perdonar no es olvidar, y no es olvidar porque no se puede borrar de un plumazo un evento, que además se supone lo suficientemente importante. En la mente se mantiene el registro de todo lo que pasa.
No se va a olvidar, pero se ha de conseguir que cuando se recuerde el hecho se haga sin acritud, sin rencor, como un suceso más de la vida diaria.
Alguien podría pensar que cuando se dice la tan manida frase “Perdono, pero no olvido”, ya está perdonado. No es así. Cuando se dice la frase, se hace normalmente con cara y con tono de ira. Es como si se estuviera esperando cobrar la deuda pendiente. Y eso, no es perdonar.   
            Perdonar no es justificar la ofensa. Perdonar no significa que se eche en saco roto la ofensa, ni que se justifique, ni que se apruebe. Ni tan siquiera significa que te hagas inseparable, ni tan siquiera amigo de la persona que te ha ofendido.
            Significa que te vas a desprender de la ira, de la rabia, del odio, del deseo de venganza. Tampoco significa que no se lleven a efecto las cuestiones legales, caso de ser necesarias. Que la justicia de los hombres haga su trabajo, que el Karma haga el suyo, pero en ningún caso vas a estar pendiente de la sentencia. Todo estará bien.
            Para perdonar no es necesario hacerlo personalmente: Definíamos el perdón como la liberación de emociones destructivas, y las emociones son energía. La liberación de las energías destructivas que invaden nuestro cuerpo energético es un trabajo personal que no se ha de realizar, para nada, con el ofensor.
El perdón más importante: A nosotros mismos.
         El perdón más importante es aquel que realizamos a nosotros mismos. No podemos sentirnos mal por algo que hicimos con anterioridad. Lo que hicimos en el pasado se hizo en las condiciones en las que nos encontrábamos entonces. No podemos estar permanentemente flagelándonos por algo que ya pasó. Hemos de perdonarnos, hemos de aceptar la realidad, hemos de extraer las enseñanzas, hemos de aprender de los errores para no volver a repetirlos.
El perdón a nosotros mismos supone respeto, comprensión, aceptación, valoración y sobre todo amor.
Una Historia de Perdón. (La encontré en la red y figuraba como autor anónimo)
Una mujer que se llevaba muy mal con su esposo sufrió un paro cardíaco. Casi a punto de morir, un ángel se presentó ante ella para decirle que, evaluando sus buenas acciones y sus errores no podría entrar al cielo; y le propuso permitirle estar en la tierra unos días más hasta lograr cumplir con las buenas acciones que le faltaban. La mujer aceptó el trato y se regresó otra vez a su hogar junto a su esposo. El hombre no le dirigía la palabra porque hacía tiempo que estaban peleados.
Ella pensó:
-      Me conviene hacer las paces con este hombre. Está durmiendo en el sofá, hace tiempo dejé de cocinar para él. Él ahora está planchando su camisa para salir a trabajar, le daré una sorpresa.
Cuando el hombre salió de la casa, ella empezó a lavar y planchar toda la ropa de él. Preparó una rica comida, puso flores en la mesa con unos candelabros, y un cartel en el sofá que decía: “Creo que puedes estar más cómodo durmiendo en la cama que fue nuestra. Esa cama donde el amor concibió a nuestros hijos, donde tantas noches los abrazos cubrieron nuestros temores y sentimos la protección y la compañía del otro. Ese amor, aún con vida, nos espera en esa cama. Si puedes perdonar todos mis errores, allí nos encontraremos. Tu esposa”.
Cuando terminó de escribir el último renglón “Si puedes perdonar todos mis errores” pensó: ¿Me he vuelto loca?, ¿yo voy a pedirle perdón cuando fue él quien empezó a venir enojado de la calle cuando lo echaron de la fábrica y no conseguía trabajo? Yo tenía que arreglarme con los pocos ahorros que teníamos haciendo malabares, y todavía tenía que soportar su ceño fruncido. Él empezó a tomar, aplastado en el sillón, exigiendo silencio a los niños que sólo querían jugar. Él empezó a gritarme cuando yo le decía que así no podíamos seguir, que yo necesitaba dinero para mis hijos. Él lo arruinó todo; y ¿ahora yo tengo que pedirle perdón?
Enfurecida rompió la carta y escuchó la voz del ángel que decía:
-      “Recuerda: algunas buenas acciones y alcanzarás el cielo, de lo contrario no podrás entrar”.
La mujer pensó:
-      ¿Valdrá la pena?, y rehízo la carta agregando aún más palabras cariñosas: “No supe comprender nada entonces, no supe ver tu preocupación al quedarte sin empleo, luego de tantos años con un salario seguro en esa fábrica. ¡Debiste haber sentido tanto miedo! Ahora recuerdo tus sueños de “cuando me jubile haremos”. Cuántas cosas querías hacer al jubilarte. Pude haberte impulsado a que las hicieras en lugar de obligarte a aceptar estar todo el día sentado en ese taxi.
-      Ahora recuerdo aquella noche de locura cuando rompí esas cartas de amor que habías escrito para mí, y prendí fuego a todas las telas de los cuadros que pintabas. En ese momento me enfurecía verte allí, encerrado en ese cuarto gastando nuestro dinero en pomos de pintura para nada, o sentado en ese escritorio escribiendo tonterías para mí. Debí haberte impulsado a vender esos cuadros. Eran realmente hermosos. Estaba desesperada, yo también me sentía segura con el salario de la fábrica y no supe ver tu dolor, tu miedo, tu agonía.
-      Por favor perdóname mi amor. Te prometo que, de hoy en adelante, todo será diferente. Te amo. Tu esposa”
Cuando el marido regresó del trabajo, al abrir la puerta notó algo distinto; el olor a comida, las velas en la mesa, su música favorita sonando suavemente y la nota en el sofá. Cuando la mujer salió de la cocina con la fuente en la mano, lo encontró tirado en el sillón llorando como un niño. Dejó la fuente, corrió a abrazarlo y no necesitaron decirse nada, lloraron juntos, él la alzó en sus brazos y la llevó hasta la cama; hicieron el amor con la misma pasión del primer día. Luego comieron la exquisita comida que ella había preparado, rieron mucho mientras recordaban anécdotas graciosas de los niños haciendo travesuras en la casa.
Él la ayudó a levantar la mesa como siempre lo hacía, y mientras ella lavaba los platos, vio por la ventana de la cocina que en el jardín estaba el ángel. Salió llorando y le dijo:
-      Por favor ángel, intercede por mí. No quiero a este hombre sólo en este día. Necesito un tiempo más para poder impulsarlo con sus cuadros, y tratar de reconstruir esas cartas que sólo para mí y con tanto amor había escrito. Te prometo que, en poco tiempo, él estará feliz, seguro; y ahí sí podré ir donde me lleves.
El ángel le contestó:
-      No tengo que llevarte a ningún lado, mujer. Ya estás en el cielo, te lo has ganado. Recuerda el infierno donde has vivido y nunca olvides que el cielo siempre está al alcance de tu mano.
La mujer oyó la voz de su marido que desde la cocina le gritaba:
-      “Mi amor, hace frío, ven a acostarte, mañana será otro día”.
Sí -pensó ella-, gracias a Dios, mañana será otro día…

Bendición
Una bendición es la expresión de un deseo dirigido hacia una persona o grupo de ellas que, en virtud del poder de la palabra, se espera que ayude a lograr que ese deseo se cumpla.

La bendición es una práctica muy poderosa, ya que durante el espacio de tiempo en el que transcurre la bendición tanto la persona que bendice como la persona objeto de la bendición son receptoras de una energía muy potente, son receptoras de la Energía Divina.

Esta Energía desciende sobre la persona inundando a esta, colocándose de manera prioritaria en el chakra cardiaco de la persona. El chakra cardiaco es la sede del amor, de la compasión, de la misericordia, de la dulzura, de la ternura, por lo cual durante el intervalo en el que la persona está bendiciendo, las cualidades de las energías que anidan en este chakra se incrementan de manera notable, fruto de ello es que la persona se encuentra en ese intervalo de tiempo en un estado de paz, de amor y de gozo desconocido para ella.

El tiempo de duración de esa Energía, y por lo tanto de ese estado de paz, es limitado, dura el tiempo que la persona invierte en la bendición y poco más. Cuanto más tiempo permanezca la persona bendiciendo más energía recibirá, y si consigue hacerlo muchas veces al día, durante mucho más tiempo permanecerá la persona conectada a la Energía Divina.

Pero otro tanto le sucede a la persona objeto de la bendición.

Recuerdo un curso de primer nivel de Reiki en el que una de las asistentes, al retomar el curso en la tarde después del almuerzo, se encontraba especialmente triste, y en respuesta a mi pregunta de si se encontraba bien, me contestó que tenía problemas con su hija adolescente. Después de una breve conversación en la que me explicó de que se trataba, la recomendé que tres veces al día bendijera a su hija durante una temporada. Después de transcurridos unos veinte días vino a visitarme la mamá para relatarme como le iba con su hija, y me contó lo siguiente: “Desde el día siguiente del curso comencé a bendecir a mi hija tres veces al día. La segunda bendición que realizaba coincidía con la hora en que me hija salía al patio, y ayer mi hija me comentó: Mamá, no sé qué me pasa, pero desde hace días a la hora del patio me entran unas enormes ganas de llorar, sin ninguna razón, ya que además me siento muy bien, y no sé porqué, pero pienso en ti”. 

Las ganas de llorar solo eran producto de la energía de amor que le llegaba en la bendición y el que se acordara de su mamá era debido a que su alma sabía perfectamente cuál era el origen de esa energía de amor.

Si la persona bendice varias veces al día, y lo hace cada día, llegará un momento en el que el chakra cardiaco va a mantener la Energía Divina durante más tiempo haciendo que este incremente su tamaño, con lo cual se va a incrementar la energía de amor, de caridad, de ternura, de misericordia y de compasión en la persona. Es un buen ejercicio para mantener la serenidad, para comenzar a sentir el amor incondicional, es un buen ejercicio de crecimiento interior y para encontrar el camino de vuelta a Dios.

Es posible que mucha gente piense que la bendición solo puede ser hecha por un ministro de Dios y, además en su nombre. Pues no, la bendición puede ser realizada por cualquier mortal, y puede no usarse, en absoluto, el nombre de Dios, porque no solamente puede bendecir alguien perteneciente a cualquiera de las múltiples iglesias, puede bendecir, repito, cualquier mortal, y tan correcta es la fórmula “Que Dios te bendiga”, como “yo te bendigo”. En las dos llega la misma cantidad de Energía, que además estará en función de lo evolucionada que sea la persona, es decir, un criminal puede bendecir, y llegará la Energía Divina, pero podría llegar solamente uno sobre diez, mientras que en la bendición realizada por una persona pura, compasiva y misericordiosa la Energía Divina bien podría llegar a ser nueve sobre diez.

Nuestra mente se ocupa durante todo el día en miles de pensamientos negativos e inútiles. Por sí sola es incapaz de generar un solo pensamiento positivo, lo cual es normal, no la hemos enseñado, por lo que para generar esos pensamientos positivos hemos de forzarla conscientemente. La bendición es una buena herramienta para enseñar a la mente.

Formula del perdón y de la bendición:
PERDONAR:
-      Sube las manos a la altura de los hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas mirando al frente.        
-      Lleva la atención al corazón.
-      Visualiza a la persona que quieres perdonar delante de ti.
-      Lleva la atención a tu corazón sintiendo que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu interior:
-      Yo te perdono, cualquier cosa mala que me has hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
-      Y después dile:
-      Y tú, perdóname por todo el daño que te he hecho, en esta o en anteriores vidas, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.

BENDECIR:
-      Mantén las manos arriba y la atención en la luz que sale de tu corazón y de tus manos 
-      Piensa en un momento feliz que te haga revivir una emoción o sentimiento de alegría o felicidad, (puede estar relacionado con cualquier persona, o con cualquier situación).
-      Siente la emoción de ese momento feliz.
-      Visualiza nuevamente a la persona que quieres bendecir delante de ti y repite en tu interior, sintiendo esa energía que sale de tu corazón y de las palmas de tus manos:
-      “Yo te bendigo con paz, con amor, con alegría, con serenidad, con abundancia y prosperidad......”. Bendice con todo lo bueno que deseas para esa persona, como si fueras tu mismo”.

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