El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 20 de junio de 2015

Hagase mi voluntad


Si hay algo en nosotros verdaderamente divino, es la voluntad.
Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter,
desafiamos la adversidad, reconstruimos el cerebro
 y nos superamos diariamente.
Santiago Ramón y Cajal

Señor dame la fuerza para fortalecer mi voluntad,
ya que con ella podré recorrer más fácilmente el camino que me lleva a Ti.
Hari Krishan
            Existe demasiado sufrimiento innecesario en el mundo, y no quiero decir con esto que pueda existir algún tipo de sufrimiento que sea necesario, no. Cualquier clase de sufrimiento es innecesario, ya que, por el momento, no se le ha encontrado ningún beneficio al sufrimiento. Y lo mismo pasa con la ansiedad, con el dolor, con el miedo o con cualquier otra emoción negativa.
            ¿Por qué entonces, si el sufrimiento es innecesario e inútil, tanta y tanta gente vive la infelicidad que les provoca esas sensaciones negativas? Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que nadie les ha explicado lo contraproducente que resulta para su salud emocional, y por extensión para su salud física y mental, mantener ese tipo de emociones en su vida.
            Pero aunque sea verdad que todos, o muchos, de los que sufren nunca han tenido entre sus asignaturas una que les enseñe cual es el camino para conseguir la felicidad, la auténtica felicidad, y no malas imitaciones, no parece suficiente razón para que sufran por una u otra causa, un día tras otro, en largas temporadas de su vida. Tampoco existe la asignatura de “el fuego quema”, pero no parece necesaria, porque la primera vez que se acerca un dedo al fuego y se siente el calor, nunca más, de manera consciente, va a acercar la persona que se ha quemado un dedo al fuego.
            Está claro que cuando los seres humanos se encuentran con “algo” que puede generar un dolor físico, rápidamente encuentran la manera de obviarlo evitando así    que le afecte.
            ¿Cómo podemos ser tan masoquistas los seres humanos? No ponemos el dedo en el fuego para no quemarnos, pero nos abrasamos en las llamas del propio sufrimiento.
No es falta, por tanto, de conocimiento, ya que el desconocimiento puede ser válido para el primer día que se sufre, pero no para el segundo. Una vez que se ha constatado que el sufrimiento, en sí mismo, y por sí mismo, no soluciona el problema por el que se ha generado el sufrimiento, parece lógico que lo que tendría que hacer la persona que sufre es no hacerlo.
            Pero habitualmente, no es así. La persona sabe que está sufriendo, es perfectamente conocedora de que con esa emoción no va a solucionar ningún problema, pero le da igual, sigue sufriendo, y no solo sigue sufriendo, sino que se regodea en su dolor dándole cada vez más importancia, más fuerza y más energía a la emoción, y lo sigue haciendo hasta conseguir enfermar su cuerpo físico.
 
            ¿Cuál es entonces la causa por la que las personas se van autodestruyendo lentamente?
Es la falta de voluntad.
            La voluntad que es esa capacidad que tienen los seres humanos para hacer las cosas de manera intencionada, para gobernar sus actos, para decidir con libertad el tipo de conducta con el que se van a conducir en la vida, no existe en la inmensa mayoría de los seres humanos. O mejor, no existe para todo lo relacionado con sus emociones, sus hábitos o sus instintos.
            Los seres humanos son marionetas de sí mismos movidos por los hilos de sus deseos, de sus emociones, de sus hábitos y de sus instintos.
            Los seres humanos parecen tener una voluntad de hierro para levantarse antes que el sol para realizar un trabajo, que en muchas ocasiones, no les agrada en absoluto, y por el que además reciben un sueldo de miseria. Es decir, tienen voluntad para ser esclavos, pero son absolutamente indolentes para ser amos. Por eso siguen siendo esclavos de sus emociones, sin fuerza y sin poder para liberarse y liderar su vida emocional, de la misma manera que son incapaces de liberarse de vicios, de hábitos y de instintos, que al igual que las emociones les va destruyendo su cuerpo físico lentamente.
            ¿Qué hacer entonces? Pues poca cosa se puede hacer. No se puede sanar a quien no quiere ser sanado, no se puede incrementar la voluntad de una persona como si fuera la memoria de una computadora, así que solo queda esperar a que la persona abra los ojos, sea consciente de su autodestrucción y pida ayuda. En ese momento hay que volcarse en ayudar. 
 

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