El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




jueves, 5 de marzo de 2015

Ángeles y demonios


Cuando la mente está completamente silenciosa,
tanto en los niveles superficiales como en los profundos;
lo desconocido, lo inconmensurable puede revelarse.

Casi todos creemos que existen los ángeles, los arcángeles, los guías, los santos, los maestros, nos creemos, por supuesto, que existe Dios, y un sinfín más de seres al otro lado de la vida, trabajando, no solo para su propia evolución, sino también para ayudar a los pobres mortales que pululamos por el mundo de la materia, aunque, bien es cierto, que la inmensa mayoría de los mortales no sintamos su manifestación.
            Y no solamente no sentimos su manifestación, sino que lo que sentimos en nuestro interior es algo completamente diferente a lo que se supone que deberían de hacernos sentir seres que, teóricamente, nos están ayudando.
            Sentimos rabia, sentimos miedo, sentimos intolerancia, sentimos impaciencia, sentimos odio, sentimos ira, sentimos ansiedad, sentimos angustia, sentimos incomprensión, sentimos soledad, sentimos orgullo, sentimos envidia, y un sinfín de sentimientos más, que más parecen proceder de demonios y no de ángeles.
            ¿Será que también existen los demonios y que son más poderosos que los ángeles, e incluso más poderosos que el mismo Dios?
            Si, no hay duda, existen los demonios, o seres regidos por la oscuridad, pero la puerta que nos da acceso a ellos, la abrimos y cerramos nosotros, de la misma manera que la abrimos o la cerramos para los seres de luz.
            Pero por desgracia, el mayor demonio que existe no necesita entrar, vive en nosotros, es parte de nosotros mismos, es el que de una manera muy fácil nos lleva en volandas, sin tan siquiera ser conscientes de ello, a cada uno de los sentimientos que aparecen en nosotros. Es nuestra mente.

            Podríamos aplicar un sinfín de calificativos a la mente, pero en este caso creo que el adjetivo que mejor la define es “Ingobernable”. No somos capaces de gobernar a la mente y ella, por si misma, nos va llevando, de pensamiento en pensamiento, a las profundidades más oscuras que pudiéramos imaginar.
            Los pensamientos, como las drogas crean adicción. El problema estriba en que nadie nos lo dice, porque casi nadie lo sabe, y cada pensamiento va creciendo con cada repetición, hasta llegar un momento en que la persona es “ese pensamiento”, sin lucidez y sin fuerzas para cambiar el pensamiento, y cambiar así la dinámica de su vida.
            No sirve además, ningún tipo de discurso, ninguna teoría, que haga que la persona salga de ese carrusel sin fin que la mantiene atada a la rueda de la infelicidad y posiblemente de la enfermedad, no solo mental, sino emocional y física, ya que ha de ser ella, por si misma, la que entienda que “pensando siempre las mismas miserias no va a llegar a ningún punto que sea parecido, ni por casualidad, a una vida sana, a una vida feliz”.
            Es en los momentos de lucidez, cuando nos impacta una lectura, una frase, un libro, una película o cualquier otra circunstancia, cuando hemos de hacer el firme propósito de poner todos los medios a nuestro alcance para gobernar a la mente. Y por supuesto cumplirlo.
 

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