El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 14 de septiembre de 2014

La vida del alma


“Cuando se alcanza el verdadero conocimiento, entonces la voluntad se hace sincera; cuando la voluntad es sincera, entonces se corrige el corazón. Cuando se corrige el corazón, entonces se cultiva la vida personal; cuando se cultiva la vida personal, entonces se regula la vida familiar; cuando se regula la vida familiar, entonces la vida nacional tiene orden; y cuando la vida nacional tiene orden, entonces hay paz en este mundo. Desde el emperador hasta los hombres comunes, todos deben considerar el cultivo de la vida personal como la raíz o fundamento”.
Confucio
            Nuestros progenitores y nuestros educadores se encargan de prepararnos para la vida física. Lo hacen con fe, con dedicación, con ilusión, llegando al éxito en muchísimas ocasiones, ya que consiguen que sus hijos y alumnos sean, al menos visto desde el exterior, según el dicho: “personas de provecho”. Han conseguido finalizar unos estudios, más o menos avanzados, en función de su valía y dedicación, tienen un trabajo, han conseguido formar una familia y llegan a tener una vida más o menos holgada. En resumen se podría calificar como una vida de éxito, dentro de la normalidad.
            Pero detrás de esta vida visible que parece una vida de éxito, existe otra vida, no tan visible, en la que se esconden otras condiciones, que hacen que la vida que hacia el exterior parece una vida normal y de éxito, sea un rotundo fracaso.
            Fracaso que puede ser por múltiples razones: Bien podría ser porque no utilizan el aprendizaje obtenido en los estudios, por no haber estudiado lo que realmente les atraía, sino que estudiaron lo que decidieron sus padres. Bien podría ser porque no consiguen estabilidad en sus trabajos, al trabajar en algo que no les atrae, ni poco ni mucho. Bien podría ser porque la pareja en la que habían volcado todas sus expectativas de felicidad, se desploma como muñeco de paja.
            ¿Cómo puede ser que personas, en teoría, preparadas para la vida, fracasen tan estrepitosamente?
            Si, están preparadas para la vida, pero ¿Para qué vida están preparadas?, ¿Para la vida del cuerpo o para la vida del alma? Pues están preparadas, perdón, mal preparadas para la vida del cuerpo, olvidándose completamente de la vida del alma.
 
            Nos preparan y preparamos a nuestros hijos para competir, para defender su espacio, para acumular, sin ser conscientes de que, casi nadie, por no decir nadie, con este aprendizaje, no está consiguiendo algo que parece básico, por ser justamente lo que busca todo el mundo: La felicidad.
            Casi todos tenemos claro que no solamente somos un cuerpo, también somos un alma. Otra cosa sería si la enseñanza, que en la actualidad solamente está centrada en las, llamemos necesidades del cuerpo, incluyera también las necesidades del alma. Y las necesidades del alma no son otras que el aprendizaje y la consecución de los valores. Los valores, que son las cualidades o las aptitudes de las personas, son la guía de conducta de las personas. Algunos de esos valores son: Amor, espiritualidad, libertad, respeto, tolerancia, responsabilidad, justicia, solidaridad, humildad, honestidad, amistad, perdón, bondad, moderación, gratitud.
            ¿En qué escuela o universidad se enseñan esos valores? Podemos estar completamente seguros de que si a la enseñanza actual, se le añadiera la enseñanza de los valores, el resultado sería completamente diferente, ya que las personas no sólo tendrían éxito en la vida de la materia, sino que además estarían alimentando a su alma, que a la postre es la única finalidad del viaje a la materia: el aprendizaje del alma, y centrándolo aún más, el aprendizaje del amor.
            Sin embargo, como esas enseñanzas no se dan en ninguna escuela especializada, no nos queda más remedio a todos los adultos que enseñar los valores a nuestros hijos, sobrinos, nietos y educandos. Y recordar que el ejemplo es el mejor método de aprendizaje. Si quieres que tu hijo aprenda a amar, ama tú; si quieres que sea tolerante, tolera; si quieres que sea honesto, lleva tú la bandera de la honestidad; si quieres que sea humilde no le trates con orgullo; si quieres que respete, respétale a él; y así con todos y cada uno de los valores. 
 

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