El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




miércoles, 5 de marzo de 2014

Crítica, atención y carácter


Una amiga escribió en su muro de una red social: "Aún no entiendo a toda la gente que juzga sin saber la verdad, y aún así se atreven a hablar y hablar. Digo yo, si tanto quieren hablar, ¿Por qué no averiguan la verdad?, y después de eso, hablen lo que quieran. Y a los que les escuchan y les creen, aún peor. Les diría a toda esa gente que no sabe ni puede ser feliz, y no quiere ver felices a los demás, que vayan a llevar sus malas energías a otro lado. En mi casa no son bienvenidos, somos una familia unida, fuerte y feliz, nada nos va a derrotar, así que no pierdan el tiempo. Gracias”.
Dice mi amiga que no lo entiende. Es normal, pocos pueden entender que se hable por hablar, y mucho menos que se hable sin conocimiento de causa, solo por el mero hecho de hacer daño. Y también es normal que estos charlatanes tengan auditorio, son personas como ellos, que hoy disfrutan escuchando la crítica, y mañana serán ellos los abanderados de la crítica.
Criticar es propio de personas que viven en la periferia de la conciencia, propio de personas que no se asoman a su interior ni por un momento, propio de personas que viven por y para la materia, propio de personas con una vida interior muy pobre.
La crítica es inversamente proporcional al nivel de atención de la persona. A menos atención, más crítica. Atención ¿A qué?, atención a los pensamientos. Los pensamientos, para expresarse, van apareciendo en el cerebro. Estos son como nubecitas de energía que permanecen alojadas en una de las capas que componen nuestra aura, el cuerpo mental, y es desde ahí que llegan al cerebro. El trecho que recorren desde el cuerpo mental al cerebro es como una especie de camino que será mayor cuanto mayor sea la repetición del mismo pensamiento. Todos tenemos los mismos tipos de pensamientos, con los matices característicos de nuestras propias creencias. Por ejemplo: cuando un budista piense en una divinidad lo hará en Buda, un hinduista en Krishna y un cristiano en Jesús, pero la idea de Divinidad es la misma para los tres. De la misma manera que existen pensamientos elevados, los relativos a la Divinidad, a la Unidad, al Servicio, existen pensamientos negativos que son los relativos al miedo, a la envidia, al orgullo, a la ira, etc., etc. Y todos, los elevados y los negativos permanecen en el cuerpo mental de la persona. Dependerá de que pensamientos tienen camino y cuáles no, y como de ancho sea ese camino, para que al cerebro lleguen unos u otros pensamientos.

Mantener la atención en los pensamientos hará que la persona sea consciente de que tipo de pensamiento es el que le llega, y prohíba el paso de los pensamientos negativos. De esta manera se irá estrechando el camino de los pensamientos negativos para que estos aparezcan con menos frecuencia, y empezará a ensancharse el camino de los pensamientos elevados, y sean este tipo de pensamientos los habituales en la persona.

Pero, ¿Qué es lo que sucede habitualmente?, pues sucede que las personas al no permanecer atentas a los pensamientos que llegan a su cerebro, los permiten todos, siendo habituales los pensamientos negativos, (miedo, rabia, ira, envidia, orgullo, avaricia, etc.), que cada vez serán más frecuentes y más potentes, siendo esta la causa de tanta infelicidad y por supuesto de la crítica.

Si alguien quiere realmente crecer, evolucionar, vivir hacia su interior para llegar a la Luz, lo primero que ha de hacer es prestar atención a sus pensamientos, y cuando sea consciente de un pensamiento inútil o negativo, no debe regodearse con ese pensamiento, dándole vueltas y más vueltas, que es lo mismo que alimentarle, que darle energía, lo que debe hacer es permitir que se vaya, y para hacerlo, la única manera que existe para que desaparezca el pensamiento es llevar la atención a otro sitio, por ejemplo a la respiración, así el pensamiento no tendrá energía que le alimente, y volverá a su origen, el cuerpo mental.

Así, cuando el pensamiento desaparezca, no existirá la palabra, no existirá la crítica, ni de palabra, ni de pensamiento.

Dejar que se vaya el pensamiento, llevando la atención a la respiración, es abrir la puerta que comunica directamente con nuestro interior, es abrir la puerta que comunica directamente con Dios.
La crítica también es inversamente proporcional a la madurez de carácter. Pero antes, es bueno saber que es realmente el carácter.
El carácter de una persona lo constituyen las peculiaridades, cualidades y defectos que la distinguen de los demás.

Como la constitución de todos nosotros, los seres humanos, es igual para todas las personas, sería natural esperar que las personas fueran parecidas en todo, o en casi todo.

Pero esto no es cierto. Vemos por todas partes grandes diferencias de carácter entre las personas, diferencias en disposición, temperamento, conceptos de vida, en dones, talentos, aptitudes naturales, etc.

Y aunque la educación y el medioambiente influyen en el carácter, Esas cualidades aparentes ya se muestran antes de que la educación o el medioambiente puedan haber tenido cualquier influencia, porque ya están dentro de la persona y empiezan a desarrollarse antes de los implantes externos.

Podemos verlo claramente entre hermanos, uno de ellos puede tener una disposición alegre y feliz; otro, una más seria, o quizá una malhumorada; uno de ellos puede ser pulcro y ordenado, mientras otro es descuidado; uno de ellos puede ser generoso; y otro, egoísta; uno de ellos puede ser temerario e informal, mientras otro es cauteloso y digno de confianza.

Esto es así, porque una parte de nuestro carácter ya viene impregnado desde vidas anteriores. Después del nacimiento se sigue construyendo, o debilitando el carácter, al repetir pensamientos, al repetir emociones y sentimientos, y por los hechos que resultan de ellos.

Si pensamos en algo muy a menudo y durante suficiente tiempo, ese pensamiento, como decía anteriormente, tendrá tanta fuerza como la palabra o la acción. Si repetimos un hecho  frecuentemente se convertirá en un hábito.

Es también nuestro carácter lo que determina lo que nuestra manera de pensar hará cuando nuestros pensamientos no están dirigidos por nuestra voluntad. Somos entonces como una pluma movida por el viento, dispuestos, entre otras cosas, a la crítica, de una manera feroz.

Como el carácter de una persona está profundamente arraigado y no cambia de un día para otro, no podemos cambiarlo como lo hacemos con nuestra disposición de ánimo, pero si podemos cambiarlo y remodelarlo con el mismo método que utilizamos al construirlo. Es decir, repetir buenos pensamientos, buenas palabras, buenas acciones. Si un edificio no es lo que debería de ser, y queremos remodelarlo o reconstruirlo, eso sólo puede lograrse al reemplazar partes defectuosas por unas nuevas y mejor diseñadas, y esto debe hacerse poco a poco.

No puede lograrse con un impulso sencillo, sino mediante un proceso lento y laborioso. Esta es la razón por la cual deberíamos ser muy cuidadosos con nuestra manera de pensar y con nuestros hechos cuando ocurren por primera vez.

No existen atajos para remodelar el carácter. Se requiere un esfuerzo que debe ser constantemente renovado y continuado, con voluntad, a lo largo del año, mes a mes, día a día.

Está claro, por lo tanto, que alguien que crítica está lejos de tener una madurez de carácter, madurez que no se gana con los años por el mero hecho de envejecer, al contrario, con los años, si no se trabaja el carácter, en vez de madurar y fortalecerse, este se irá debilitando cada vez más, y la persona, ya que estamos tratando la crítica, será más criticona.
Y los criticados, ¿Qué pueden hacer?, pues no pueden hacer nada más que oídos sordos a la crítica, bendecir al que critica, darse la vuelta, marchar y frecuentar poco al crítico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario