Mi alma, mis libros, mis creencias, mi corazón y mis opiniones.
El viaje del alma
El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión. Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y, para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS
Quien no haya sufrido lo que yo, que no me
de consejos.
(Sófocles)
Lo que tienes que hacer…….., lo que yo haría si
estuviera en tu lugar……, creo que sería bueno que hicieras……., ¡Qué fácil es
dar consejos!, ¡Qué fácil es predicar!, cuando curiosamente, los aconsejadores
y predicadores se encuentran, nos encontramos, a veces, en parecida o peor
situación que el aconsejado.
No nos duelen prendas a la hora de
decir a los demás que es lo que tienen que hacer, de organizar su vida, de
indicarles cuál es el camino a seguir, que palabras utilizar o cómo comportarse
en determinada situación. Sin embargo, nos ocupamos menos en tratar de
comprender a las personas, para acercarnos, aunque sólo sea un poquito, a ese
momento emocional, que ha llevado a la persona a esa situación, en la que
nosotros, sin entender en absoluto cual es la verdadera realidad, nos
atrevemos, sin ningún pudor, a dar nuestro consejo, e incluso nuestro veredicto.
Podemos incluso creer que conocemos
perfectamente a la persona que tratamos de aconsejar, pero, ¿Qué sabemos,
realmente de sus pensamientos?, ¿Qué sabemos de sus más íntimos secretos, esos
que guarda en su interior y nadie conoce?, ¿Qué sabemos del sufrimiento interior
de la persona, de sus miedos, de su angustia, de su dolor, de sus verdaderas
limitaciones?
El consejo siempre es dado desde una
visión particular, desde un estado emocional determinado y desde unas creencias
personales, que en nada tienen que coincidir con la situación, el carácter o la
madurez de la persona receptora del consejo; y aunque nadie duda de que el consejo
siempre es compartido con la mejor de las intenciones, aunque este no sea
solicitado, en muchas ocasiones, la vida, que también da consejos, parece
aconsejarnos que lo más prudente sería el silencio.
Permitirme un consejo, aunque nadie me lo haya pedido: La regla número uno sería no dar
consejo si no nos lo solicitan, y si lo hacen, antes de aconsejar, hemos de
escuchar con total atención cual es el problema, entenderlo, conocer la
situación de la persona, ya que una cuestión por muy clara que esté para
nosotros, puede no estarlo tanto para la persona que sufre el problema.
Nada es
bueno, nada es malo, nada es bonito o feo, nada es agradable o desagradable.
Todo eso, no es más que una palabra, un adjetivo, con el que vamos calificando
desde nuestra mente, a cada suceso y acontecimiento que ocurre en nuestra vida,
y lo vamos haciendo en función de las propias creencias y deseos.
Casi todos sabemos que la causa del
sufrimiento es la no consecución de nuestras expectativas hacia algo, es la no
consecución de los deseos, en los que hemos depositado nuestras esperanzas y
expectativas. Los deseos, que son imprescindibles en su inicio, por ser la
espoleta necesaria para poner en marcha cualquier proyecto, una vez iniciado el
camino, han de quedar debidamente aparcados.
Esta es la
teoría conocida, pero nunca aplicada, ya que su aplicación supondría que la
persona ha completado un aprendizaje importante, posiblemente uno de los más
importantes a realizar en este estado de la materia: “no apegarse a los
deseos”. El desapego es una prueba evidente de crecimiento, de ese crecimiento
en el que todos, casi todos más que menos, estamos implicados.
Pero en la
medida en que vamos ascendiendo los peldaños de la escalera de nuestra
evolución, seremos más conscientes de los deseos y de sus consecuencias: de la
euforia que nos invade con su realización o de la tristeza que nos inunda ante
el fracaso, así como de las etiquetas que le vamos colocando a la vida.
Pero la vida
“es”, “sólo es”, “sin más”, sin calificativos. Lo que es bueno para uno, no
resulta tanto para otro, lo que a uno le causa alegría a otro le puede causar
tristeza. Esto, también es conocido por casi todos, pero no somos capaces de
dejar de colocar la etiqueta de bueno, malo, agradable, alegre o triste, a cada
acontecimiento, según va transcurriendo la vida, y lo que es peor, regodearnos y
revolcarnos en la energía que esos adjetivos generan en todos nosotros.
Ya que somos
incapaces de dejar de etiquetar, lo que si podríamos hacer, sería no
refugiarnos en la emoción que la palabra provoca. Sería “no hacer leña del
árbol caído”, es decir, no centrar el pensamiento en aquello a lo que hemos
otorgado el calificativo de “malo”, ya que va a ser entonces, cuando la energía
de ese pensamiento de dolor o frustración, sirva de alimento para nuestros
cuerpos, físico, mental o emocional.
Hemos de
tratar de aceptar, sin más, cualquier acontecimiento. Lo hemos etiquetado, es
cierto, pero a partir de ese momento, sea cual sea la calificación, sólo nos
queda aceptarlo, para evitar las consecuencias que el adjetivo colocado nos
afecte. No hemos de olvidar que cualquier suceso sólo es una lección en la
asignatura del curso de la vida, y de la misma manera que en la universidad
cuando no se aprueba una asignatura, de nada sirve darle vueltas y más vueltas
a la causa del suspenso, ya que lo único que hay que hacer es estudiar un poco
más, para que en la próxima evaluación no volvamos a cometer los mismos
errores. Ocurre lo mismo en la vida.
Por lo
tanto, mientras no seamos capaces de aparcar los deseos, sólo nos queda agregar
una etiqueta más a las muchas que llenan nuestro cajón de la mente, la etiqueta
de la aceptación. ¡Vale!, si hemos etiquetado el suceso como “malo”, hemos de
añadir a continuación una segunda etiqueta, “lo acepto”, así será más liviano
el dolor.
A la nueva religión, a la religión del Amor, no hay que apuntarse, ni
bautizarse, ni circuncidarse, ni aceptar públicamente a Dios y a su profeta. Y
no hay que hacer ninguna pantomima, porque la nueva religión crecerá en la
persona, a medida que la persona vaya aprendiendo a Amar.
No nacemos en pecado, de entrada, porque el pecado no existe, pero
aunque existiera, ¿Que pecado podría haber cometido un bebé que sale por
primera vez al mundo?, ¿Cómo va a ser él, el responsable de lo que pudieron
hacer unos personajes de ficción en un mundo imaginario?
La auténtica desgracia, es que el 99’9% de los niños, no tienen un
modelo. Sus padres, maestros y educadores no saben lo que es el Amor, por lo
que difícilmente pueden enseñarlo. Por lo tanto, nos toca a los mayores,
aprender primero, para enseñar después.
Aquí empieza nuestro trabajo:
Desprendimiento de lo viejo y aceptación de lo que Es.
Nuestro trabajo es un trabajo de sanación que se ha de realizar
aceptando. ¿Aceptando qué?, aceptando el dolor, aceptando el sufrimiento,
aceptando el miedo, aceptando a las personas tal cual son, aceptando a la vida.
¿Cómo hacerlo?: Piensa en algo que te haga sufrir, que te de dolor,
que te avergüence; puede ser inseguridad, impaciencia, pereza, etc., y cuando
lo hayas elegido busca dentro de ti, de manera honesta, la razón de cuál es el
motivo real. Si te das cuenta de lo que es, te ablandas, lo toleras, lo
perdonas y lo amas, pero no juzgues esa razón, sólo acéptala, ya que si la
juzgas, ese nuevo juicio y esa nueva crítica estarán, también, basadas en el
miedo y volverás a generar algo de lo que también tendrás que desprenderte.
Sólo acéptalo.
¿Qué es lo que hay debajo de nuestra necesidad de juzgar?, sólo miedo,
miedo a enfrentarnos con nuestra propia oscuridad, casi me atrevería a decir
que es miedo a vivir, es falta de Amor.
No juzgues nada, las cosas son
como son y no hemos de tener ningún interés en como deberían ser, en como
tendrían que ser, en como pensamos nosotros que han de ser.
La conciencia social, políticos, religiosos, los estándaresde salud y de belleza nos dan modelos y
normas de cómo deberían ser las cosas, o de cómo deberíamos comportarnos.
Tratan de definirnos lo que es bueno, lo que hay que hacer, lo que está bien
visto.
Pero nosotros estamos intentando contactar con el Amor, y el Amor no
está interesado en definir que es bueno y que no lo es, porque el Amor sólo
está interesado en la realidad.
El instrumento del Amor es el corazón y el corazón está interesado en
todo lo que es, sólo en lo que es, no es lo que se juzga como bueno o como
malo; y si nos abrimos a vivir desde el corazón nos liberamos del juicio de
manera inmediata, y aceptamos quienes somos, sin más. No quienes queremos ser,
o quien quiere la sociedad que seamos, aceptamos quienes somos.
¿Cómo sanar los miedos que
anidan en nosotros?
Todos los miedos, todos los traumas, todos los sufrimientos, son
experiencias del pasado, y eso es lo que hay que sanar, ¿Cómo?: volviendo al
pasado, volviendo a esa experiencia, pero de una manera amorosa, es decir,
revivir la situación, pero estando centrados en el corazón, no dándole vueltas
a la mente: Para eso, siéntate en soledad y en silencio. Trae a tu mente la
situación y obsérvala como si estuvieras viendo una película, sin plantearte
nada, para evitar ningún tipo de emoción. Y así simplemente observando lo que
sucede, se crea una especie de separación entre el suceso y la persona, y es
esa separación la que hace a la persona dueña de la realidad, pudiendo aceptar
el suceso completo, sin volver a enjuiciarlo, ya que la persona comprende desde
el corazón,que para todo hay una causa,
es una experiencia más para el alma, y no tiene por que quedar grabada en la
mente.
Si por cualquier circunstancia, sintieras malestar, sintieras
incomodidad, rabia o cualquier otra sensación o emoción: perdona a las personas
que aparecen en tu recuerdo y bendice a esas personas y a la situación, y hazlo
tantas como fueran necesarias, hasta que realmente sientas que fue un
aprendizaje, que fue una experiencia necesaria en tu vida. Hasta que la
observes de manera imparcial, como si no fuera un episodio de tu vida.
Puedes utilizar la siguiente fórmula para perdonar y bendecir:
PERDONAR:
·Sube las manos a la altura de los
hombros, con los brazos al lado del cuerpo, cómodamente relajados, las palmas
al frente.
·Lleva la atención al corazón.
·Visualiza a la persona o personas que
quieres perdonar delante de ti:
oLleva la atención a tu corazón sintiendo
que sale un rayo de luz, igual que de las palmas de tus manos, y repite en tu
interior:
oYo te perdono, cualquier cosa mala
que me has hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras,
hechos y omisiones, incluso aunque ya no te acuerdes de lo que es.
·Y después dile:
oY tú, perdóname por todo el daño que
te he hecho, voluntaria o involuntariamente, con pensamientos, palabras, hechos
y omisiones, incluso aunque ya no me acuerde de lo que es.
BENDECIR:
·Mantén las manos arriba y la atención
en la luz que sale de tu corazón y de tus manos.
·Piensa en un momento feliz que te
haga revivir una emoción o sentimiento de alegría o felicidad, (puede estar
relacionado con cualquiera, o con cualquier situación).
·Siente la emoción de ese momento feliz.
·Visualiza nuevamente a la persona,
personas o a la situación que quieres bendecir delante de ti, y repite en tu
interior, sintiendo esa energía que sale de tu corazón y de las palmas de tus
manos:
o“Yo te bendigo con paz, con amor, con alegría, con serenidad, con
abundancia y prosperidad......”. Bendice con todo lo bueno que deseas, como si
fueras tu mismo”.
Cuando
somos capaces de relacionarnos con todos los papeles y todas las escenas que
hemos ido interpretando en nuestra vida, quedamos libres para vivir desde el
corazón. Es entonces cuando estamos preparados para ser felices.
Es con las personas más cercanas a
nosotros, nuestros amigos, nuestra familia, nuestra pareja, con los que tenemos
que comenzar nuestro trabajo. Para eso podemos aplicar la Regla de Oro: “No
quieras para los demás lo que no desees para ti”. Es fácil aplicar la Regla de Oro
en desconocidos, porque como sólo estamos con ellos un ratito, podemos
colocarnos la máscara de las visitas y tratarles con amabilidad, con respeto, y
hasta con amor. Con los extraños, el trabajo que se ha de realizar es de
pensamiento, no hacer juicios de valor en nuestra mente, ni realizar ninguna
crítica mental, aceptarlos sin más. Habremos avanzado en nuestro trabajo cuando
consigamos estar delante de cualquier persona, sea la que sea, sea como sea:
rico, pobre, limpio, sucio, hombre, mujer, etc., y mantengamos la mente en
silencio.
El trabajo de acción, se realiza con
los nuestros: familia, amigos, compañeros de trabajo. ¿Recordamos que es el
Amor Divino?: El Amor Divino es aceptación de uno mismo, es aceptación del otro
tal cual es, es dar a cambio de nada, es aquello que te hace feliz haciendo que
los demás sean felices, es comprensión total, es alegría, es colaboración, es
amar sin juzgar, sin culpar, sin criticar; es ver a Dios en tu pareja.
Reflexiona, ¿Es este el Amor el que
repartes a los tuyos?, ¿Es así como te relacionas con ellos? La prueba de la
madurez del carácter es vivir bajo estas premisas, es conseguir que la familia,
amigos y conocidos sean felices a tu lado.
(Continuará)
Capítulo II, (Parte III) del libro Vivir desde el corazón es más
fácil.
Siempre nos
devuelven el cambio con la misma moneda. Y la misma norma también es aplicable
a los cambios emocionales.
Esa es la
razón por la que casi todo el mundo nos trata de la misma manera, diferente de
como tratan a otras personas, a las que curiosamente, también todo el mundo coincide
en el trato.
Hay personas
a las que se trata con respeto, a otras con desprecio, a otras de manera
agresiva, a otras se las ignora, etc., etc., y un buen número de personas
coincide en esa forma de trato.
No es más
que la moneda de cambio. La persona a la que se trata con respeto, es,
sencillamente, porque se hace respetar; a la que se trata con miedo, es porque
eso es lo que inspira, y así sucesivamente, cada persona recibe el trato que merece.
Su carta de presentación es la energía que emana, es la energía que la
envuelve, y es esa energía lo primero que perciben las personas con las que nos
vamos encontrando, es nuestra seña de identidad, es como si fuéramos reclamando
un trato determinado.
De nada vale
que la persona triste se ponga la máscara de la alegría, porque la energía que
emana no se puede disimular, es de tristeza, por lo que las personas que
interaccionan con ella es eso lo que reciben, tristeza, y su reacción
inconsciente es responder a lo que recibe, es responder a lo que trata de
esconder la máscara.
Por lo
tanto, si el trato que recibes de las personas con las que te vas encontrando,
no es lo que deseas, no culpes a los otros, la culpa sólo es tuya. Responden a
lo que sale de ti. Si quieres que las personas te traten de diferente manera, sólo
has de cambiar tu energía.
Para ello,
observa como es el trato hacia ti de la generalidad de personas que te rodea y
comparte tu vida. Es muy posible que creas que el trato que recibes es injusto.
No lo es, es lo que estás pidiendo, y si deseas un cambio, en tus manos está
modificarlo.
Analiza “que”
y “como” lo recibes, y a partir de ese momento permanece atento a tus
pensamientos. Podrás comprobar que en tus hábitos de pensamiento se encuentra
la razón primordial del trato que recibes. ¡Cámbialo!, de manera consciente. Respétate
a ti mismo, valórate, amate, para que así, los demás, te amen, te valoren y te
respeten.
Ya sé que
hay personas que parecen intratables, pero si las observas detenidamente podrás
comprobar que la falta de autoestima, o el miedo, o el orgullo, o la soledad, o
la tristeza, o las ansias de poder, etc., etc., es lo que permanece de manera
permanente en su pensamiento, por lo que la energía que les envuelve, no deja
penetrar otras energías. No son conscientes de la vida que fluye a su través y
a su alrededor.
Con estas
personas, que parecen intratables, también se puede conseguir que modifiquen su
trato. ¡Bendícelas!, bendícelas casi de manera permanente. La energía de la
bendición es amor en estado puro, es amor divino, y no hay nada que pueda
resistirse a la energía del amor. De esta manera, se crea una conexión de amor
entre tu corazón y el suyo, (de momento mientras dura la bendición, pero que se
irá fortaleciendo a medida que bendices), que va a hacer que su trato hacia ti sea
amable, muy diferente con el que castiga al resto de los mortales.
Recuerda, “todo
es técnica”, esto también, y como cualquier técnica, para conseguir la
maestría, necesita de voluntad, trabajo y paciencia.
Se
voluntarioso, trabajador y paciente, y te sorprenderán los resultados.