El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




domingo, 16 de octubre de 2011

Yo confieso....... mi deseo

            Durante mucho tiempo, mi mayor deseo era traspasar, de manera definitiva, el velo de la vida y encontrarme al otro lado del tiempo, para vivir la sensación de vida sin cuerpo, para comunicarme con todos sólo con el pensamiento, y sólo con él desplazarme, para recordar todas las vidas de mi existencia eterna, para sentir el placer de estar en “casa”, para comprobar la diferencia entre mi amor a los que quedaban en la vida y el amor de los que me encontraba al otro lado, para vivir sin dolor, sin comida, sin cansancio, sin miedo, sin las obligaciones autoimpuestas.

            Ese deseo ha ido disminuyendo: con el trabajo interior, el yoga, la meditación,  la construcción del carácter, y sobre todo con la reflexión. No con la reflexión específica sobre el deseo de traspasar la vida, sino sobre los deseos en general. Es claro: Nuestra vida se relaciona de lleno con los “deseos”. Concebimos la felicidad con la consecución del deseo. Incluso podemos decir que el deseo es el motor de la vida que conocemos. Pero el deseo es insaciable, siempre quiere más.
Dicen los budistas que el deseo atenaza al alma a las necesidades más mundanas y la somete a una búsqueda constante e inútil. Por lo tanto, dicen, debemos liberarnos de deseo para erradicar el sufrimiento. Postulan la existencia de un humano no sujeto a nada, encarnado en la idea del equilibrio absoluto y en la ausencia total de deseo.
Pero……. Reflexiona conmigo sobre lo que significa la ausencia total de deseo. ¿No crees que la ausencia total de deseo sea quietud absoluta, sea felicidad? Reflexiona……..
 Llegado a este punto decidí que ya era momento de erradicar el autoengaño, que me hacia creer que había diferencias entre desear un coche más potente o desear la iluminación. No las hay, los dos son deseos, los dos hipotecan mi alma en la programación de la misma vida, la no consecución de cualquiera de ellos es semilla de sufrimiento, incluso en la insaciabilidad del deseo la iluminación tendría que ser más rápida o más luminosa.
A partir de entonces, he hecho con el deseo de traspasar la vida, lo mismo que con el resto de deseos, “se los entrego a Dios”, Él sabe qué hacer con ellos. Mi ocupación, una vez entregado el deseo a Dios, es disfrutar la quietud, disfrutar la felicidad, disfrutar la vida y amar todo lo que va llegando, que es el verdadero camino que me va a llevar con total garantía al otro lado del tiempo.

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