El viaje del alma

El alma no tiene raza, no tiene religión, solo conoce el Amor y la Compasión.
Todos somos seres divinos, hace miles de años que lo sabemos, pero nos hemos olvidado y,
para volver a casa tenemos que recordar el camino. BRIAN WEISS




sábado, 21 de mayo de 2011

Soledad humana

            En todas las religiones y filosofías nos aseguran que “el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios”. Sin embargo, si observamos las actividades humanas, estas parecen desdecir esta afirmación. Guerras, abusos, hambre, persecuciones, corrupción, explotación, mentiras; actuaciones estas, de unos hombres contra otros, que en nada se parecen a lo que Dios haría si encarnara en la Tierra. Y aun más grave es que muchísimos de los que predican que somos una imagen divina, los que tendrían que amar, que pacificar, los que tendrían que postular por la igualdad, son los que enarbolan la bandera de la discriminación.

Ante esto, bien podríamos decir que el hombre, a pesar de vivir en el seno de una gran comunidad, en la que se encuentra con toda clase de estímulos, de diversiones, de motivaciones, con toda clase de comodidades; está sólo, está realmente sólo, está desdichadamente sólo. Las razones parecen obvias, sus dirigentes sociales le engañan y le explotan, sus dirigentes religiosos, le discriminan; sus dirigentes intelectuales, le embrutecen con miserias humanas, en vez de enseñarle a pensar. ¡El hombre está sólo! Y a no ser que ese hombre haya alcanzado una evolución espiritual lo suficientemente elevada, siente el peso de su “soledad” de muy diferentes maneras: desamor, infelicidad, ansiedad, angustia, miedo.

No existe prácticamente ninguna diferencia entre el hombre de hoy, y los hombres de hace cientos de años. Si, es cierto que los avances tecnológicos de hoy no se pueden comparar con los de hace tan sólo cien años, pero ¿ha habido algún avance en el corazón humano?, ¿ha servido la tecnología para acabar con el hambre?, ¿con las guerras?, ¿han servido los avances para avanzar en el estado de felicidad? No, de nada han servido para el ser espiritual, y aun podríamos decir más, han servido para causar un grave retroceso en la espiritualidad del hombre.

Los avances tecnológicos han servido para reemplazar al hombre por la máquina, y el hombre reemplazado ¿Qué come? Los avances tecnológicos han servido para que todos comentemos en las redes sociales la injusticia del mundo, o la corrupción de los políticos, o la explotación de los banqueros, y ¿qué?, ¿sirve eso de algo para evocar el Amor en el corazón humano?, ¿sirve eso para el crecimiento y la evolución del ser espiritual?, ¿sirve eso para acercarnos a Dios, que es nuestra UNICA meta?

Aunque seamos un millón de personas unidas a través de las redes sociales, el hombre está sólo. Hay que ser consciente de esa soledad, y empezar a derrotarla. La lucha contra esa soledad, no se va a presentar en ningún foro mediático, ni en ningún campo de batalla, no se va a conseguir con los medios utilizados hasta ahora; la lucha contra esa soledad pasa por visitar el propio corazón. En el centro del corazón no existen conflictos, ni tensiones, ni miedo, ahí sólo hay Amor.

Y una vez que el hombre vive en su corazón, empezará a exportar esa tecnología, que no es nueva, que existe desde el principio de la vida. Y lo va a hacer de la única manera posible, amando, no discriminando, ayudando, compartiendo, hasta que una segunda persona aprenda a vivir en su corazón, y así ya serán dos batallando contra la soledad, y pronto cuatro, y luego ocho, y así sucesivamente hasta que la soledad desaparezca del corazón de todos los hombres. ¡Cambia tú para cambiar el mundo!, no hace falta que te unas a otros miles y vociferes, ten por seguro que así la soledad será la única ganadora.

Acaba primero con tu soledad, en la soledad de tu meditación, para alcanzar a vivir en tu corazón, en el lugar donde vas a encontrar el Amor, en el lugar donde vas a encontrar a Dios. Así tendrás claro que “el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios”, y será fácil para ti enseñar a otros hombres el camino.

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